PRÓLOGO
En un mundo donde la justicia debería ser el faro que guía a la sociedad, a menudo nos encontramos con sistemas que, lejos de ser imparciales, están teñidos por prejuicios y abusos de poder. "Los informes que silencian la Libertad: la oscura señora MB, jefa del DTC" es un relato que nos sumerge en la vida de Nicolás, un hombre que, como tantos otros, busca una segunda oportunidad en un sistema que parece decidido a negársela. Esta obra no es solo una historia real, es un espejo que refleja las realidades oscuras de ciertas instituciones y las vidas que tocan. Es un llamado a la reflexión, a la empatía y, sobre todo, a la acción.
Nicolás miraba el calendario pegado en la pared de su celda. La fecha marcada en rojo se acercaba, y con ella, la posibilidad de un nuevo comienzo. Había pasado años en esa prisión bonaerense, dedicándose con pasión a cursos de carpintería y talleres de escritura. Cada golpe del martillo, cada palabra escrita, eran pasos hacia un futuro mejor, un futuro en el que podría abrazar a su hija Sofía y empezar de nuevo.
"¿Vas a venir a mi cumpleaños, papá?", le había preguntado Sofía durante su última visita, con ojos llenos de esperanza.
"Sí, mi amor, haré todo lo posible por estar allá", le había respondido Nicolás, con una mezcla de esperanza y temor.
En la prisión, todos sabían que el Departamento Técnico Criminológico, o DTC, tenía un peso enorme en las decisiones judiciales. La Señora MB, la jefa del departamento, era quien firmaba los informes que determinaban el futuro de los reclusos. Un informe negativo podía destrozar cualquier esperanza de libertad, y con ella, las vidas de quienes esperaban en el exterior.
La Señora MB y su hija eran conocidas por los talleres que dictaban dentro de la prisión. Había rumores de que los que asistían a estos talleres recibían informes favorables. Pero Nicolás, confiando en su propio mérito y en el sistema, decidió no asistir.
Finalmente, el día llegó. Nicolás recibió el sobre con el sello del DTC. Con manos temblorosas, rompió el sello y desplegó el papel. Al leerlo, su corazón se hundió. El informe era negativo, pero lo que lo golpeó aún más fue la total desconsideración de su esfuerzo y dedicación. La Señora MB había decidido que él no era apto para ningún instituto liberatorio y, para añadir insulto a la injuria, informó que Nicolás "nunca había participado en actividades productivas ni educativas durante su tiempo en prisión".
Era como si todos los años de estudio y trabajo se hubieran evaporado, como si las horas que pasó en la carpintería y en los talleres de escritura nunca hubieran existido. Pero lo que realmente lo dejó atónito fue el agravante que añadió la Señora MB: que no había asistido al psicólogo. Nicolás sabía que su condena no requería visitas psicológicas y que no había ninguna ley que lo obligara a hacerlo.
Se sentía atrapado, como si las paredes de la prisión se cerraran sobre él, aplastando sus sueños y esperanzas. Las palabras de su hija Sofía resonaron en su mente: "¿Vas a venir a mi cumpleaños, papá?". Las lágrimas brotaron de sus ojos, no solo por la injusticia que él estaba enfrentando, sino por la promesa rota que ahora pesaba sobre su corazón.
Nicolás no pudo más. Buscó a la Señora MB y la confrontó. Ella, sin rodeos, admitió su sesgo. "Prefiero no arriesgarme. ¿Qué pasa si vos salís y hacés algo malo? ¿Quién se hace cargo? No, mejor que se queden todos adentro", dijo ella, con una frialdad que heló a Nicolás. Además, agregó: "De todas formas, el informe del DTC no es vinculante."
Esa última frase fue la gota que colmó el vaso. Era cierto que el informe no era "vinculante" en teoría, pero en la práctica, los fiscales lo usaban para oponerse a la liberación, y algunos jueces verdugos lo tomaban como excusa para negar el instituto liberatorio.
Nicolás sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Organizó una petición, firmada por la mayoría de los referentes de la prisión. Todos estaban de acuerdo; desde que la Señora MB estaba al mando del DTC, las cosas habían empeorado para todos. La entregaron al director, GC, con la esperanza de que intervendría.
Pasaron los días y no hubo respuesta. GC había recibido la petición, pero no hizo nada al respecto. Nicolás se sintió derrotado, pero no vencido. Decidió que si el sistema no iba a cambiar desde adentro, él lo visibilizaría desde donde pudiera.
Nicolás me escribió un correo electrónico contando su historia y la de tantos otros que habían sido víctimas de un sistema injusto y sesgado. Lo envió aNOTA DEL AUTOR
Esta historia nace de la necesidad de visibilizar una problemática que, aunque pueda parecer ajena a muchos, afecta las vidas de innumerables personas y sus familias. La historia de Nicolás es real, y las circunstancias que la rodean son una triste realidad para muchos individuos que se encuentran en el sistema penitenciario. La intención de este relato no es solo conmover, sino también incitar a un cambio, a una revisión de los sistemas que, en lugar de integrar, perpetúan ciclos de desesperanza.
Si este texto logra que aunque sea una persona reflexione sobre la importancia de una justicia verdaderamente justa, habrá cumplido su propósito. Pero no basta con reflexionar; es imperativo actuar, cuestionar y, si es necesario, transformar las estructuras que nos rigen. Porque cada informe negativo, cada decisión sesgada, no es solo un papel o una firma: es una vida que se detiene, es un futuro que se nubla, es una voz que se silencia.
Xavier “pampa” Aguirreal 25 de agosto de 2023