PREFACIO
Advertencia: La historia que estás a punto de leer es una que resuena con el eco del silencio, una que habla de la soledad y el aislamiento en su forma más cruda. Es la historia de Warren Ovalle, un hombre que, a pesar de haber sido liberado de las rejas de la prisión, sigue atrapado en las cadenas invisibles de su pasado.
Warren Ovalle siempre había sido un hombre de costumbres. Pero una costumbre en particular, adquirida en los oscuros confines de su pasado, siempre desconcertaba a los que lo conocían. Cada vez que cruzaba el umbral de su hogar, se dirigía directamente al baño, donde se lavaba las manos exactamente siete veces.
"¿Por qué te lavas las manos tantas veces, hermano?", le preguntó su hermano Gahrey una vez, desconcertado por su comportamiento.
"Cuando no te sientes bien por dentro, no te sientes bien por fuera", respondió Warren con una mirada distante. La prisión, con su suciedad y su oscuridad, se había adherido a su piel, se había infiltrado en su ser. A pesar de que habían pasado tres años desde su liberación de la prisión de Attica en Nueva York, en el año 2018, Warren aún sentía la suciedad de la prisión, una mancha invisible que no podía lavar.
En su celda de aislamiento, solo se le permitía una ducha de 10 minutos una vez por semana. El agua, a veces demasiado caliente, a veces demasiado fría, apenas lograba limpiar la suciedad física. Pero la suciedad mental, la mancha en su alma, esa era otra historia. Ahora, su higiene se había vuelto excesiva, una obsesión que bordeaba la fobia. Los gérmenes, invisibles y omnipresentes, se habían convertido en su nuevo enemigo.
"¿Recuerdas cómo era la celda, Warren?", le preguntó Gahrey una vez, intentando entender el tormento de su hermano.
"Las luces estaban encendidas las 24 horas del día, el agua de la ducha estaba demasiado caliente o demasiado fría, el lavamanos se quedaba sin corriente y no siempre me servían las tres comidas del día", respondió Warren, su voz apenas un susurro.
"¿Y cómo te sentías?", insistió Gahrey, buscando entender la profundidad de la experiencia de su hermano.
"Como si estuviera atrapado en un agujero sin fondo, sin esperanza, sin luz. La soledad era mi única compañía", respondió Warren, su voz llena de un dolor que iba más allá de las palabras.
El aislamiento no solo era una tortura física, sino también una tortura mental. Los ecos del silencio, el zumbido constante de la soledad, se habían infiltrado en su mente, dejando cicatrices invisibles que no podían ser curadas. Aunque estaba libre, Warren seguía siendo un prisionero, atrapado en la celda de aislamiento de su propia mente.
"¿Cómo te sientes ahora, Warren?", preguntó Gahrey, preocupado por su hermano.
"Libre, pero aún atrapado", respondió Warren, su voz llena de una tristeza que iba más allá de las palabras. "La prisión ya no es una celda de concreto, sino una celda en mi mente. No importa cuánto intente escapar, siempre estoy allí, en la oscuridad, solo."
La historia de Warren Ovalle es un recordatorio escalofriante de los horrores del aislamiento en prisión, un cuento de terror realista que resuena en la oscuridad, un eco del silencio que nunca se desvanece. Es un testimonio de la resistencia humana y un recordatorio de las profundas cicatrices que pueden dejar las experiencias traumáticas.
Inspirado en EL PAÍS
Xavier Aguirreal. Julio 2023.